Hacia Aguas Ignotas

Hacia Aguas Ignotas

Pratap Bhanu Mehta
Tuesday, March 7, 2006

El recientemente firmado acuerdo indo-norteamericano que abre las puertas del club de las potencias nucleares reconocidas a India se ha calificado de histórico; es posible que, por una vez, no se trate de la típica hipérbole mediática. Aunque sólo el futuro establecerá su verdadero significado, existen pocas dudas de que el pacto nuclear es un inequívoco reconocimiento de la transformación de India de una potencia regional en otra global, paso importante para modificar las reglas del orden mundial en aras de atender las aspiraciones de una potencia emergente. La verdadera medida del cambio tectónico que representa la entente indo-norteamericana se desvelará merced a su impacto tanto sobre el régimen mundial de no proliferación como sobre la posición estratégica de India y su orientación de desarrollo económico y política exterior. Mientras se disipa la lluvia radiactiva del acuerdo nuclear, tal vez pueda parecer que India ha ganado una baza estratégica, en tanto se infravaloran sus consecuencias a largo plazo.

Se dio por sentado en su momento que el acuerdo debía propiciar un equilibrio entre el deseo de India de mantener la máxima autonomía sobre su programa nuclear militar y el deseo del resto del mundo de dar por finalizado ese programa sin ulteriores progresos. Mientras no se conozcan todos sus detalles, parece que en la presente coyuntura el acuerdo da clara ventaja a India a expensas del objetivo global de la no proliferación. Aunque India ha accedido a mantener el carácter civil de sus reactores a perpetuidad, lo ha vinculado hábilmente a la garantía de un suministro ininterrumpido de combustible. India habrá de informar del carácter -civil o militar- de sus actuales instalaciones nucleares, podrá aplicar combustible autóctono a fines militares, y el número de plantas fuera del alcance de inspecciones parece lo suficientemente crecido como para permitir la viabilidad de un programa militar. Será difícil razonar que este acuerdo limita significativamente o acaba con la capacidad nuclear de India. Si el acuerdo se ratifica, India habrá conseguido modificar las reglas del orden internacional sin sacrificar su autonomía militar.

¿Debilitará el hecho de amoldar nuclearmente a India a un marco conveniente el régimen de no proliferación, como muchos críticos han sostenido? Cabría argumentar que estados como Irán y Corea del Norte harán lo que les dé la gana sin reparar en cualquier acuerdo con India. Algunos países seguirán adelante con su programa nuclear impulsados en mayor medida por su percepción de las amenazas a su seguridad y las circunstancias de su política interna que por las decisiones de países terceros. Considerar a India una excepción no es caprichoso, sino una cuestión de principios. India cumple los requisitos de lo que se llama una potencia nuclear responsable: un país democrático que no incurre en la proliferación. Irán, Pakistán, Corea del Norte o China no cumplen estas condiciones. Pero aunque puede sostenerse un asunto de principios a la hora de admitir a India, por otra parte el acuerdo en cuestión legitima aún más la posesión de armas nucleares. Si legitimar las armas nucleares representa un riesgo para el orden mundial, este acuerdo incrementa esos riesgos.

En el frente económico, la interdependencia de la economía de India con la de Estados Unidos no hará más que aumentar. India ahora se convierte actualmente en un atractivo mercado para las tecnologías nucleares y avanzadas, valoradas en miles de millones de dólares. Ambas partes justifican el acuerdo en términos económicos. Las clases dirigentes de India están convencidas de que la energía nuclear es necesaria para su seguridad energética. Es la única respuesta viable a las agudas escaseces e insuficiencias energéticas de India. Estados Unidos también quiere relegitimar el uso mundial de la energía nuclear como única alternativa a la combustión de hidrocarburos. Pero esta dependencia de la energía nuclear ¿dará realmente a India la seguridad energética que precisa? Aunque los términos del acuerdo permiten la importación de uranio, ¿será prudente y sensato que India base su seguridad energética en el suministro de uranio importado? ¿Y son los argumentos económicos a favor de la energía nuclear sobre otras fuentes alternativas tan convincentes y determinantes como para que se conviertan en la piedra angular de la estrategia de desarrollo de India?

Aunque cabe debatir la conveniencia de la estrategia energética de India en términos técnicos, las consecuencias políticas de este acuerdo son mucho más dudosas e inciertas de lo que India reconoce. El acuerdo nuclear es simplemente un aspecto de las relaciones indo-norteamericanas que están adquiriendo un impulso sin precedentes. Por primera vez en su historia, las fortunas de las elites de India se hallan amplia y estrechamente vinculadas al destino de Estados Unidos. ¿Puede atarse India tan física, material y culturalmente a Estados Unidos y, no obstante, resistirse a enfocar la geopolítica mundial a través de ojos norteamericanos? Aunque India reconoce formalmente que no siempre se alineará con Estados Unidos, constan indicios de que India internaliza sutilmente los términos del discurso con los que Estados Unidos caracteriza el orden mundial. Tomemos por ejemplo la guerra contra el terrorismo. India y Estados Unidos han reiterado enérgicamente su interés común en derrotar el terrorismo. Pero aún no está claro que a India le interese subirse al carro de la idea de que hay una sola clase de terrorismo o una guerra compacta y unida contra él. India fue víctima del terrorismo arraigado en la geopolítica del Sudeste Asiático y no en el islam militante que tiene a Occidente como objetivo. Son realidades distintas que exigen respuestas distintas. La estrategia india de autocontención militar ante el terrorismo también ha sido políticamente prudente, mientras que cabría sostener que las acciones militares de Estados Unidos han prestado al terrorismo más ayuda y auxilio. ¿Corre ahora India el riesgo de verse arrastrada a una confrontación entre el islam militante y Occidente, una confrontación, por cierto, ajena a su ser y acción?

Entre los dilemas de la política exterior que provocará el acuerdo, el más importante gira en torno a China. Estados Unidos ve a India como una especie de contrapeso al poder chino. Sorprendería ciertamente no ayudar a articular y reforzar a India mientras la nave china avanza sin desmayo. Aunque no lo reconozca abiertamente, a India también le inquieta la influencia china. ¿Qué efecto tendrá el acuerdo en las relaciones de India con China? La respuesta a esta pregunta depende de la evolución de las relaciones entre Estados Unidos y China. Si empeoran, India, aproximándose a Estados Unidos, se arriesga a convertirse en un país situado en primera línea del frente en tal confrontación. Aun cuando no hay que exagerar, existe un motivo más apremiante para tal inquietud. Aunque Estados Unidos se haya opuesto enérgicamente a equiparar India y Pakistán en términos nucleares, ¿hará China lo propio? Algunos sostienen que China respaldará a Pakistán prescindiendo de lo que haga India. ¿Podrá reforzar entonces un creciente alineamiento con Estados Unidos la posición de China en el subcontinente? ¿Podrá ésta ampliar su cooperación nuclear con Pakistán? China también ha ofrecido cooperación nuclear civil a Bangladesh. El mundo no puede observar imperturbable la perspectiva de que Pakistán y Bangladesh posean un número significativo de reactores nucleares civiles. Comoha demostrado la crisis de Irán, la línea divisoria entre el uso civil y el militar del factor nuclear es, para no decir más, conflictiva. En el tablero de ajedrez de la gran política del poder, los movimientos de cada país –sea caballo o torre– son igualmente importantes.

Los próximos meses y años demostrarán que el acuerdo indo-norteamericano no es sólo un pacto bilateral; tendrá consecuencias en la actitud y el proceder de otras potencias y países. La prudencia exige que India reconozca la impredecibilidad de tales consecuencias y que se prepare para afrontarlas.

Pratap Bhanu Mehta, presidente del Centro de Investigación Política de Nueva Delhi (India).

© 2006 Yale Center for the Study of Globalization. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.