¿Qué Tan Serio Es el Desafío Chino? – Primera Parte

No cabe duda que China, con la ayuda de su insólito crecimiento económico, va en ascenso. Esta serie de YaleGlobal explora las consecuencias económicas, políticas y estratégicas para el mundo. En la primera de dos partes, el columnista Bruce Stokes observa que gran parte de la incomodidad sentida en los Estados Unidos y Europa proviene de una falta de confianza. China no puede evitar influenciar estándares y estilos globales, pues posee un fuerte momento económico, no tiene deuda y cuenta con una sexta parte de la población mundial. China puede emplear su recién descubierto poder de incontables maneras. Y la reacción de los Estados Unidos, Europa y sus vecinos asiáticos puede contribuir lo mismo –si no es que más– que China a alterar el statu quo. Las viejas reglas no aplican a nuevas potencias, Stokes sugiere, y un liderazgo global duradero surge no de la intensificación de tensiones o conflictos, sino de la innovación y la cooperación para enfrantar los grandes problemas globales. – YaleGlobal

¿Qué Tan Serio Es el Desafío Chino? – Primera Parte

China demuestra estar dispuesta a ejercer influencia mundialmente
Bruce Stokes
Tuesday, July 13, 2010

El poder marítimo: el éxito económico de China permite flexionar sus músculos

WASHINGTON: ¿Es China el mercado emergente con limitadas aspiraciones regionales que Pekín tan ansiosamente intenta presentar al mundo? ¿O es acaso una poderosa y firme fuerza económica y estratégica en ascenso que desafiará cada vez más a Europa, Estados Unidos y Asia?

Occidente tiene una larga historia de levantar falsas alarmas en torno a China, empezando por el susto del Peligro Amarillo del siglo XIX. Más recientemente, el miedo hacia China refleja una falta de confianza por parte de Europa y los Estados Unidos en cuanto a su habilidad de mantener su actual nivel de vida frente a la competencia china. El nivel de ansiedad también aumenta debido a la necesidad neoconservadora por utilizar la amenaza de un enemigo para obtener el apoyo del pueblo en el aumento al gasto militar estadounidense, y favorecer así la prolongación de la influencia hegemónica estadounidense a nivel mundial. Además, dichos miedos ignoran la abrumadora necesidad de China por seguir desarrollándose, pues todavía cuenta con cientos de millones de habitantes viviendo en dura pobreza.

No obstante, acontecimientos en los últimos meses sugieren un aumento en el nivel de confianza de China, y una capacidad y voluntad para ejercer influencia sobre el mundo sin precedentes. Lo anterior no debería ser ninguna sorpresa. La historia demuestra que los poderes en ascendencia eventualmente ejercen su poderío y experimentan con su influencia. Europa, Estados Unidos y Asia no tienen por qué temer necesariamente, pero sí tienen que ser cautelosos.

La nueva firmeza de Pekín es alimentada por su éxito económico sin precedentes. La economía china ha aumentado el doble durante los últimos siete años y el ingreso per cápita ha hecho lo mismo en seis años.

Este desempeño económico ha hecho de China el pueblo más satisfecho consigo mismo del mundo, de acuerdo a la reciente encuesta Pew Global Attitudes. Nueve de cada diez chinos dicen estar felices con la dirección que su país está tomando, sentirse bien acerca del estado actual de su economía y ver el futuro económico de China con optimismo.

Y, con mayor frecuencia, el resto del mundo ve a China como el super poder económico emergente. En la misma encuesta Pew de gente en 22 naciones, la mayoría absoluta o relativa de la gente en ocho países identificó a China como el poder económico líder en el mundo, a diferencia de la gente en solo dos naciones que identificaron de igual manera en el 2009. La mitad de los alemanes, jordanos, japoneses, franceses y estadounidenses asignan el lugar más alto a China.

Desde el 2009, en 13 de los 21 países para los cuales hay datos sobre tendencias el número de personas que consideran a China como el poder económico líder en el mundo ha aumentado bruscamente. En Japón, por ejemplo, dicho número de personas ha aumentado en 29 puntos porcentuales, en 23 en Alemania y en 21 en Jordania.

Y China parece estar cada vez más dispuesta a usar su prestigio para influenciar cuestiones diplomáticas, económicas y de seguridad.

Atrás quedó la adulación a los Estados Unidos. Cuando el Presidente Barack Obama visitó China en noviembre de 2009, su evento principal en Shanghái fue una reunión concejal con estudiantes, la cual fue transmitida en televisión local en lugar de televisión nacional. Lo contrario occurrió cuando el ex Presidente Bill Clinton asistió a una reunión concejal durante su primer visita como presidente a aquel país. Además, algunos reportes de prensa de aquella época censuraron el contenido, tal y como lo hicieron algunos editores de periódicos chinos con una entrevista de “Fin de Semana Sureña” con el Presidente Obama.

En la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático celebrada en Copenhague el diciembre pasado, el Primer Ministro chino Wen Jiabao envío en su lugar a uno de sus funcionarios de bajo nivel a una reunión inicial con el Presidente Obama. Y en cierto momento, el Presidente Obama fue sermoneado por un funcionario chino de alto nivel, lo cual, de haber sucedido a la inversa, hubiera provocado un escandalo internacional. 

Pekín se ha vuelto agresivo en relación a cuestiones de comercio e inversión, exigiendo que compañías extranjeras patenten sus tecnologías en China y adopten estándares chinos si es que quieren vender en el mercado chino. También ha llevado a la corte a fabricantes occidentales vendiendo en China sobre cuestiones de comercio.

En el frente político, funcionarios chinos han comenzado a aseverar de manera más amplia la soberanía nacional de China. Pekín ha afirmado por mucho tiempo que el Tíbet y Taiwán son “intereses nacionales centrales” y que los extranjeros no deberían involucrarse en sus “asuntos internos”. Hoy en día, China ha comenzado a aplicar este término diplomático al mar de China Meridional, un área de 1.2 millones de millas cuadradas a través de la cual fluye por lo menos una tercera parte del comercio marítimo global y más de la mitad de la energía importada por el noreste asiático. La nueva actitud de China amenaza los intereses pesqueros y petroleros de Vietnam, Taiwán, Filipinas, Indonesia y Malasia, y los intereses navales de los Estados Unidos, Japón y Corea del Sur.

Al mismo tiempo, Pekín a reafirmado antiguos reclamos territoriales sobre el estado indio de Arunachal Pradesh, respaldando esta postura al colocar soldados en la frontera nordeste de India.

China también busca desempeñar un papel más importante en el sur de Asia. Pekín proveyó al gobierno de Sri Lanka con el armamento utilizado para sofocar larga guerra de aquel gobierno en contra de los Tigres Tamiles. Ha expandido sus operaciones navales en el Océano Índico y construido complejos portuarios para uso civil en varios países de la región, de Birmania a Pakistán. Ha profundizado sus vínculos económicos con Birmania y Afganistán e intensificado su estrecha relación estratégica con Pakistán, ofreciéndole asistencia con su programa nuclear para uso civil. Y ha excluido a India de las estructuras diplómaticas presentes en Asia oriental que Pekín defiende.

Los vecinos de China tendrán de qué preocuparse si China, además de sus intereses nacionales centrales, su soberanía nacional y su integridad territorial, comienza a gastar más en su defensa nacional. Pekín gasta 4.3 por ciento de su producto interno bruto en sus fuerzas armadas, mucho más que sus vecinos India, Japón, Corea del Sur, Taiwán o Vietnam.

China ejercita su influencia aun cuando se muestra inerte. Por largo tiempo, Pekín resistió a presiones para apreciar su moneda nacional, el renminbi. La decisión en junio pasado de dejar de sujetar su moneda al dólar estadounidense no ha llevado a un incremento significativo en el valor del renminbi. China también se ha mostrado notablemente poco dispuesta a presionar a Corea del Norte en relación a su supuesta responsabilidad en el reciente hundimiento de un barco surcoreano. Además, Pekín insistió en diluir sanciones por parte de las Naciones Unidas en contra del programa de armas nucleares de Irán antes de pronunciarse a favor de dichas sanciones, lo cual sugiere que los intereses económicos de China en Irán vienen antes que las preocupaciones estratégicas europeas y estadounidenses sobre dicho programa.

Pekín está claramente señalando que el statu quo internacional no es siempre aceptable para China. Ha establecido una serie de límites, y sus relaciones con otros países han cambiado para siempre.

Sin embargo, en varias ocasiones a lo largo de los años China ha tentado las fronteras de su influencia y la paciencia de Occidente y de sus vecinos asiáticos solo para retractarse después. Si todas las posturas adoptadas hasta la fecha por China resultan ser el máximo alcance de su comportamiento impulsivo, la situación es manejable.

El peligro de un incremento de tensiones y errores de cálculo a nivel internacional ocurrirá solo si la seguridad de China en si misma aumenta en los próximos meses.

¿Habrá otras regiones geográficas o asuntos “internos” que China denomine “interés nacional primordial”, y por ende libre de críticas extranjeras? ¿Y su política interna en cuanto a los derechos humanos? ¿Y su historial de emisiones de carbono? ¿Y sus reclamos territoriales en Asia central?

¿Acaso intentarán compañías chinas evadir sanciones económicas en contra de Irán, tentando a alemanes, coreanos y japoneses a emularlas?

¿Utilizará Pekín su posesión masiva de notas de la tesorería estadounidense para influenciar más directamente el comportamiento estadounidense?

Resulta poco realista esperar que una China cada vez más exitosa económicamente y cada vez más segura de si misma no desempeñe un papel más predominante en el mundo. Pero dicha realidad no le da permiso a Pekín de hacer lo que le plazca impunemente, aun cuando otras naciones hayan hecho lo mismo anteriormente.

Europa, Estados Unidos y el resto de Asia deben estar en alerta. China va en ascenso. Y potencias en ascenso tienden a alterar el statu quo.

 

Bruce Stokes es columnista en economía internacional para National Journal, una revista de políticas públicas basada en Washington, y socio del German Marshall Fund of the United States. Traducido por Luis Santoyo Mejía.
Copyright © 2010 Yale Center for the Study of Globalization