¿Qué Tan Serio Es el Desafío Chino? – Segunda Parte

En menos de dos décadas, China probablemente será la economía más grande del mundo. Esta serie en dos partes de YaleGlobal analiza la creciente influencia económica y política de China, y en particular su relación con los Estados Unidos. Algunos analistas predicen conflictos, y otros esperan una transición gradual y pacífica. En el segundo artículo de esta serie, Markus Jaeger, director de Deutsche Bank Research, examina algunos análisis hechos sobre China y sostiene que la interdependencia es asimétrica. La mayor influencia económica de China es su tenencia de deuda pública estadounidense, Jaeger señala, y cualquier liquidación en masa afectaría a China más que a los Estados Unidos. El comercio ha aumentado el costo de cualquier conflicto entre las dos naciones. China adquirirá mayor poder económico una vez que adopte una moneda flexible y reduzca su dependencia en los mercados estadounidenses en relación con la dependencia de los Estados Unidos en los mercados chinos. Hasta entonces, Jaeger concluye, China es más dependiente económicamente de los Estados Unidos, y China pagaría el precio más alto en caso de que algún conflicto surgiera. – YaleGlobal

¿Qué Tan Serio Es el Desafío Chino? – Segunda Parte

A pesar de su ascenso, China comparte interdependecia ladeada con los Estados Unidos
Markus Jaeger
Thursday, July 15, 2010

El rey de los juguetes: la dominación de China de la industria de exportación de juguetes también la hace vulnerable

NUEVA YORK: La economía china ha estado creciendo anualmente a un 10 por ciento desde el inicio de la reforma económica a finales de los años setenta. Si la tendencia actual continua, China superará a los Estados Unidos en cuanto al tamaño de su economía en el 2025. En términos de paridad del poder adquisitivo, China será la economía más grande del mundo en el 2020.


Los analistas económicos difieren en cuanto al camino que llevará a China a la preeminencia económica. Algunos prevén badenes peligrosos, mientras que otros argumentan que la interdependencia solo puede atenuar el trayecto.

Pese al espectacular crecimiento económico y el peso financiero en aumento de China, la relación económico-financiera entre China y los Estados Unidos puede ser descrita como una de "interdependencia asimétrica" –en la que Pekín se encuentra en una posición de “vulnerabilidad asimétrica"–, fuertemente sesgada a favor de Washington.


Hay varios factores y acontecimientos que podrían socavar la trayectoria de China.

Algunos analistas anticipan una mayor competencia geoestratégica entre China y los Estados Unidos. Históricamente, las potencias emergentes hacen uso de su influencia cada vez mayor, afirma Aaron Friedberg, y su creciente dependencia en los productos básicos importados podría llevar a China a mitigar los riesgos de oferta mediante la búsqueda de "preponderancia regional", y así aumentar la competencia estratégica entre Pekín y Washington. De ahí en adelante, resulta fácil construir una situación hipotética donde la competencia geoestratégica conduciría a un conflicto económico que pesaría sobre el desarrollo económico chino, según lo predicho por realistas en relaciones internacionales como John Mearsheimer. Otros estudiosos se muestran más optimistas sobre la posibilidad de un “cambio de poder” pacífico. David Shambaugh, Robert Sutter y Bates Gill interpretan gran parte del comportamiento internacional de Pekín como prueba de que China se está convirtiendo en un "participante responsable" en un sistema internacional que, en general, ofrece sus beneficios a través de un sistema comercial abierto.


Algunos analistas prevén inestabilidad política. La falta de liderazgo carismático después de Mao y la fuerza ideológica en declive han debilitado los cimientos del sistema político de China, de acuerdo a Roderick MacFarquhar de la Universidad de Harvard. El aumento en activismo social podría socavar el gobierno del Partido Comunista y la estabilidad del régimen. Una vez más, partiendo de este análisis se estaría a un paso de una situación hipotética donde la inestabilidad política y la incertidumbre pesarían sobre el crecimiento económico. Andrew Nathan es más optimista, sosteniendo que el gobierno chino ha demostrado en repetidas ocasiones su capacidad para responder a la reciente aparición de demandas sociales y económicas. La agitación social geográficamente concentrada ocurre, pero dada la combinación de la capacidad de respuesta del régimen y el control político, Nathan afirma que "una chispa no va a incendiar la pradera en China". Los datos demográficos garantizan que las demandas de reforma política seguirán estando bajo control ya que "la clase media no exigirá democracia mientras tenga miedo de una clase aún más numerosa de campesinos y trabajadores migrantes, y por lo tanto considerará al régimen autoritario como un bastión del orden contra el caos".


La falta de nuevas reformas podría socavar el futuro crecimiento. Pei Minxin, un alto asociado en el Carnegie Endowment, sugiere que la reforma económica parcial ha llevado al surgimiento de un sistema "mixto" centrado en el Estado que perpetúa los privilegios de la élite gobernante. Este sistema permite a la élite "sacar provecho de los beneficios de la eficacia provenientes de las reformas limitadas para sostener el núcleo recalcitrante de la vieja economía dirigida, la cual es la base económica de su supremacía política". Él llama a esto una "transición atrapada", donde los grupos gobernantes tienen pocos incentivos para buscar más reformas. En ausencia de reformas económicas, sin embargo, el crecimiento económico está obligado a declinar. Una variante de este argumento ha sido presentada por Woo Wing Thye, profesor de economía en la Universidad de California en Davis, quien sugiere que el desafío consiste en sostener el crecimiento económico y, al mismo tiempo, hacer frente a la creciente desigualdad social y dar cabida a las crecientes demandas de la clase media por una reforma política. Los optimistas, como Barry Naughton, destacan que el gobierno ha demostrado en repetidas ocasiones su capacidad para afrontar exitósamente varios desafíos económicos y que el crecimiento sigue siendo, en gran medida, impulsado por fuerzas económicas y demográficas de gran escala, las cuales son relativamente independientes de la política gubernamental.


Naturalmente, otras preocupaciones van desde el desarrollo sostenible y la viabilidad de la estrategia de crecimiento impulsada por mucha inversión y exportaciones a los eventos políticamente riesgosos. Según los "osos", todos estas preocupaciones podrían crear riesgos potencialmente no despreciables capaces de socavar –o al menos desacelerar de manera significativa– el ascenso de China. No obstante, en lugar de un completo –y muy poco probable– fracaso, una razonable situación hipotética desfavorable probablemente significaría un crecimiento anual de un 5 a 7 por ciento en lugar de estancamiento económico total. Es poco probable que China pierda su camino de la misma manera que la economía soviética y japonesa lo hicieron. Estructuralmente, el potencial de crecimiento a mediano plazo de China es significativo, después de todo. A diferencia de Japón en la década de los ochenta, China se encuentra lejos de la frontera tecnológica, y su modelo de desarrollo se basa en un grado relativamente alto de apertura económica. Y a diferencia de la Unión Soviética, China está mejor preparada para generar productividad total de los factores mediante la importación de tecnología extranjera. Por lo tanto, lo más probable es que China continue registrando por lo menos un 8 por ciento de crecimiento anual durante la próxima década.


El aumento en el tamaño económico de China le otorgará a Pekín una creciente influencia política, económica y financiera. Si bien el auge de China ha aumentado considerablemente su poder, hasta el momento esto se ha traducido en una influencia bilateral limitada respecto a los Estados Unidos. La influencia económica-financiera más importante de China en relación a los Estados Unidos consiste en la posibilidad de vender su parte de la deuda de la tesorería y agencias estadounidenses estimada en 1.4 millardos de dólares.


Sin embargo, tal medida resultaría muy costosa para Pekín. China se perjudicaría a si misma de manera económica y financiera. En primer lugar, el valor de sus participaciones disminuiría, y mayores tasas de interés en los Estados Unidos pesarían sobre las perspectivas de crecimiento de los Estados Unidos, perjudicando a las exportaciones chinas. Además, a menos que esté dispuesta a aceptar la apreciación del renminbi, China tendría que encontrar otros activos en dólares en los cuales invertir, ya que la apreciación rápida el renminbi no está entre los mejores intereses de China en términos de exportaciones y sus participaciones en dólares en la deuda estadounidense. Sin embargo, si China vuelve a invertir en activos denominados en dólares, se podría presumiblemente ayudar a aliviar las condiciones de financiación en otros segmentos del sistema financiero de los Estados Unidos, lo que podría contrarrestar los efectos negativos de las altas tasas en el mercado de bonos en la economía.


En segundo lugar, si Pekín volcara grandes porciones de deuda estadounidense, podría perturbar los mercados financieros en el corto plazo. Es probable que el impacto a mediano plazo sea manejable, ya que otros compradores extranjeros oficiales con estrechos lazos de seguridad con los Estados Unidos, incluyendo a Japón y las naciones del Golfo, intervendrían, si bien a tasas de interés más altas.

Por último, pero no por eso menos importante, cualquier venta de liquidación de deuda estadounidense llevada a cabo por motivos políticos provocaría un serio revés político –y no sólo por parte de los Estados Unidos–, y socavaría la reputación de China como inversionista financiero y socio económico fiable.


Financiera, económica y políticamente, Pekín pagaría un alto precio por aumentar significativamente los costos a préstamos a los Estados Unidos y terminaría pagando un precio superior al de Washington, lo cual simplemente reflejaría el hecho de que China es mucho más dependiente de los Estados Unidos que viceversa. Los Estados Unidos tiene acceso a una base más diversificada de inversionistas con los cuales mantiene estrechas relaciones políticas. El mercado de los Estados Unidos es mucho más importante para China en términos de exportaciones y importaciones que a la inversa. Además, el sector exportador chino pone mayor énfasis en el empleo.


Las tenencias de deuda estadounidense de China no se prestan a fines coercitivos. En lugar de eso, funcionan más como limitados elementos disuasivos. El aumento de las tenencias de activos y el comercio transfronterizos ha aumentado la interdependencia, elevando el precio a pagar por conflictos económicos tanto para China como para los Estados Unidos. Sin embargo, los costos potenciales de un conflicto debido a la dependencia comercial de China son considerablemente más altos para Pekín que para Washington.

Sin embargo, en caso de que China reduzca la dependencia de su sector exportador en el mercado estadounidense en relación con la dependencia de los Estados Unidos en el mercado chino, y siempre y cuando China adopte un régimen mucho más flexible de tipo de cambio, la balanza del poder económico y financiero se inclinará drástica y favorablemente hacia Pekín . Hasta entonces, Pekín está mucho más interesada en prevenir un conflicto económico-financiero más amplio entre China y los Estados Unidos que Washington.

 

Markus Jaeger es uno de los directores de Deutsche Bank Research, Nueva York. Traducido por Luis Santoyo Mejía.
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