América Latina: Anti-Estados Unidos en palabras, no en acciones
América Latina: Anti-Estados Unidos en palabras, no en acciones
MÉXICO, DF: La blogósfera latinoamericana aguantó la respiración el pasado julio cuando el presidente de Bolivia, Evo Morales, fue forzado a aterrizar en Viena para que autoridades europeas revisaran su avión presidencial en busca del ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), Edward Snowden. Las cuentas de Twitter de diversos presidentes sudamericanos explotaron con resentimiento al denunciar las prácticas “coloniales e imperialistas” de parte de Estados Unidos, alegando que las acciones estadounidenses en Europa violaban la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas. La presidenta Cristina Fernández de Argentina incluso llegó a calificar al incidente como “no sólo humillante para una nación hermana, sino para todo el continente sudamericano”.
La furia continuó cuando surgieron reportes nuevos acerca de cómo la NSA había monitoreado cuentas web de Petrobas, la empresa pública del petróleo brasileño, –lo cual fue descrito como “espionaje industrial” por la presidenta Rousseff— así como las comunicaciones por Internet y teléfono de la misma Rousseff y del presidente de México, Enrique Peña Nieto, mientras todavía era candidato presidencial. Rousseff pospuso una visita de Estado a Washington a condición de que se llevaran a cabo investigaciones sobre el incidente. Más tarde, con el presidente Barack Obama esperando en un ala contigua a la Asamblea General de la ONU, reprochó a Estados Unidos por “violar el derecho internacional”.
Este incidente podría ser un punto de inflexión para las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur. Mientras los sentimientos anti estadounidenses abundan en las calles de diversos países como resultado de una larga historia de dominio, la realidad es que Estados Unidos y América Latina mantienen una relación económica y demográfica muy estrecha. Datos de comercio, inversión y migración revelan una relación de interdependencia creciente.
La suspensión del viaje de Rousseff a Washington sólo es el último episodio en una larga historia de relaciones turbulentas entre América Latina y los poderes externos. Simón Bolívar, el Libertador del Sur, fue el primer proponente en combatir el colonialismo externo, específicamente el europeo, en Sudamérica en 1826. Durante la Guerra Fría, la política estadounidense de contención llevó a intervenciones militares en Centroamérica y el Caribe, así como el otorgamiento de apoyo estadounidense a dictaduras de derecha en el Cono Sur. De acuerdo a Amnistía Internacional, cientos de miles fueron torturados, exiliados o “desaparecidos” por juntas militares con apoyo estadounidense en Chile, Argentina y Guatemala.
El miedo de Estados Unidos a una expansión del comunismo en la región fue controlado a través de la Organización de Estados Americanos. Los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington llevaron al establecimiento del Secretariado Multidimensional de la OEA, el cual se encarga de lidiar con amenazas transnacionales como el terrorismo y el crimen organizado. Cientos de miles han perdido sus vidas en Colombia, México y Honduras debido a la intensificación del crimen organizado en la región.
Hasta su muerte en marzo de 2013, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había liderado un grupo de ocho países denominado la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en una cruzada anti imperialista que dice cargar el estandarte del socialismo del siglo XXI. Dirigida por Cuba y Venezuela, ALBA se opone abiertamente al Área de Libre Comercio de las Américas, la cual es liderada por Estados Unidos, y busca contrarrestar el dominio estadounidense en la región.
Poco después del inicio de las revelaciones provenientes de la NSA, gobiernos sudamericanos de izquierda como Bolivia, Nicaragua y Venezuela recibieron atención internacional tras ofrecerle asilo político a Snowden, quien para entonces estaba en una situación similar a la del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien se encuentra en la embajada ecuatoriana en Londres desde junio de 2012. El 20 de julio, a menos de un mes del inicio del escándalo de Snowden, el presidente Nicolás Maduro de Venezuela tomó la oportunidad para poner fin a conversaciones iniciadas en junio con John Kerry, el Secretario de Estado de Estados Unidos, declarando que su política era de “cero tolerancia a agresiones gringas contra Venezuela”. Las negociaciones para volver a establecer un embajador estadounidense en Caracas fueron abandonadas nuevamente.
En América Latina, los países del ALBA actúan como un eje anti estadounidense. En febrero de 2013, el Ministro de Asuntos Exteriores de Ecuador, Ricardo Patiño, llamó “inútil” a la Junta Interamericana de Defensa de la OEA, insinuando que no era más que otro brazo de influencia de Estados Unidos en la región. Un mes después, el presidente Rafael Correa de Ecuador declaró en su discurso inaugural de la 22° Cumbre del ALBA que sus miembros “deben crear un escudo contra la explotación, un escudo contra el neocolonialismo”. Los países del ALBA han establecido su propia Escuela de Soberanía y Defensa en Bolivia para mantener cualquier intervención estadounidense fuera de su región. Un argumento propio de este bloque es que el tráfico de drogas es un problema para Estados Unidos, pero no necesariamente un asunto político de importancia para los países sudamericanos.
En este contexto, tendría sentido que los flujos constantes de comercio, ayuda económica y cooperación en materia de seguridad entre América Latina y Estados Unidos sufrieran reducciones aunadas a la tensión constante. Sin embargo, el Buró del Censo de Estados Unidos reporta que el comercio sigue estable, especialmente para productores de petróleo como Venezuela y Bolivia. Los sentimientos anti estadounidenses en la región parecen ser puramente retóricos, sin tener un gran impacto en las relaciones de cada país latinoamericano con Estados Unidos.
La retórica anti estadounidense del ALBA no ha evitado que todos sus miembros tengan a Estados Unidos entre sus principales socios comerciales. En 2012, Estados Unidos fue el principal productor de importaciones para Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Honduras. Es particularmente interesante que el 31.2% de las importaciones de Venezuela y el 28% de las de Ecuador vinieron de Estados Unidos. Asimismo, Estados Unidos es el cuarto productor de importaciones para Bolivia, con un 10% de éstas, y el segundo para Argentina después de Brasil.
De la misma manera, Estados Unidos recibe el mayor porcentaje de las exportaciones de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Honduras. En el caso de Bolivia, Estados Unidos sólo es rebasado por Brasil. Dichos flujos de mercancía y capital no se detendrían, sin importar cuántos países hubieran forzado al presidente boliviano a aterrizar por algunas horas.
Demográfica y económicamente, Estados Unidos está cambiando de tal manera que cualquier oposición abierta a Latinoamérica es poco probable. De acuerdo al reporte sobre inversión extranjera en la región de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (ECLAC), Estados Unidos todavía es responsable de un 58.5% de la inversión extranjera directa, ya sea dándola o recibiéndola. Al mismo tiempo, las 53 millones de personas de origen hispano y latino en Estados Unidos representan un 17% de su población total, haciéndolos la minoría étnica más grande del país. De acuerdo a reportes del New York Times, la migración latinoamericana a Estados Unidos ha alcanzado un equilibrio en el cual los recién llegados corresponden en número a los que regresan a casa. Por otro lado, números cada vez mayores de estadounidenses están escogiendo países tan diversos como México, Belice, Costa Rica y Nicaragua para jubilarse, al tiempo que visitas recientes de Barack Obama y Joe Biden a México y Chile han recalcado un nuevo énfasis en el intercambio educativo.
Recientemente, Sudamérica ha expresado su oposición a acciones estadounidenses por canales diplomáticos. Tras el regreso de Evo Morales a La Paz, dichos problemas aumentaron cuando miembros del Mercosur llamaron a consultas a sus embajadores en los países que habían obligado al presidente boliviano a aterrizar. Ecuador y Venezuela también lo hicieron cuatro días después, llamando a sus embajadores en España, Francia, Portugal e Italia. Una disculpa fue emitida el 25 de julio y, dos días después, los embajadores de Bolivia, Venezuela y Ecuador fueron reinstalados sin mayores problemas en sus oficinas en Madrid, París, Lisboa y Roma.
La situación causada por el espionaje estadounidense de presidentes e industrias estratégicas resulta más preocupante. Brasil es la sexta economía del mundo y Rousseff podría utilizar las revelaciones para apoyar sus intereses en temas de comercio y regulación del Internet, entre otros. Sin embargo, con la Copa Mundial de la FIFA 2014 y las Olimpiadas de 2016 en puerta, el gobierno brasileño tendrá que usar la situación como un impulso necesario a su baja popularidad dentro del país en lugar de intentar cambiar su relación con Estados Unidos en algún contexto con mayores implicaciones que las Naciones Unidas. A Rousseff no le conviene poner la reputación internacional de Brasil en riesgo mientras el descontento y la inestabilidad crecen dentro de su país.
El comercio pesa más que la ideología. Los líderes de izquierda como Maduro y Morales necesitan el comercio con Estados Unidos en sus economías y hasta la retórica anti estadounidense más enfática se ve rebasada por el pragmatismo económico. Ecuador está en una posición incluso más crítica, ya que el uso del dólar estadounidense en su economía no le permite arriesgar su relación con Estados Unidos. La retórica ideológica definitivamente atrae a la prensa, pero no representa una oposición real a los flujos intensos de comercio e inversión con la economía más poderosa del mundo.